viernes, 26 de noviembre de 2010

NOVENA DE NAVIDAD


La Novena de Navidad es una de las manifestaciones de piedad popular más significativas de la Iglesia Católica. Tradicionalmente la comunidad cristiana se reúne alrededor del SIGNO DEL PESEBRE para orar y reflexionar durante 9 días, a partir del 16 hasta el 24 de Diciembre.

La navidad es la fiesta de la vida, y por excelencia la fiesta de los niños, esta época se caracteriza por ser un tiempo de fe, alegría y esperanza.


FELIZ NAVIDAD 2010 Y PROSPERO AÑO 2011




PRIMERAS COMUNIONES


Es tradicional celebrar en esta parroquia las primeras comuniones el día 8 de diciembre alrededor de la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

En este año 2010 recibirán el Sacramento de la Eucaristía 35 niñas y niños que se han preparado convenientemente por medio de la Catequesis Sacramental.


LOS ROSTROS DE LA POBREZA

La pobreza entendida como la disminución extrema de los recursos necesarios para llevar una vida digna de la persona humana es una de las características sobresalientes de nuestra compleja sociedad actual. No cuesta mucho comprender  como avanza aceleradamente el distanciamiento entre unos pocos que tienen mucho y un gran numero que tienen poco o no tienen nada. Basta una mirada real a nuestro mundo para ver de cerca las múltiples manifestaciones de la pobreza extrema reflejada en numerosos rostros humanos: el hambre, la indigencia, las enfermedades, el desplazamiento forzoso, los tugurios de las grandes ciudades.
Este tema está enmarcado dentro de una gran complejidad social debido a la cantidad de actores y factores involucrados en esta realidad. Con cierta frecuencia nos interrogamos ¿por qué tanta pobreza y miseria en un planeta con tan abundantes recursos naturales?, la causa del problema no son ciertamente los recursos naturales, la raíz del problema está en la mente y en el corazón de algunos seres humanos que injustamente quieren acaparar, creando así profundas desigualdades humanas. Los expertos señalan que “el tipo de globalización promovido por el mundo de hoy está animado por la ideología neoliberal y por un fundamentalismo del mercado que ha derivado en aumento de la pobreza, en una exclusión en todos los órdenes, con el debilitamiento del papel de Estado en la búsqueda del bien común. Aseguran los analistas que los pobres están sufriendo mucho más la crisis y entre los más afectados están los niños, los jóvenes, los pueblos indígenas y afro descendientes” (Revista Iglesia sin fronteras No. 330 2.010).
Los dos grandes sistemas político-económicos experimentados a lo largo de la historia, el socialismo real y el capitalismo liberal, no han dado soluciones reales a las graves injusticias que han marcado las crecientes desigualdades sociales. La doctrina social de la iglesia se ha mantenido siempre profética frente al desarrollo de los sistemas económicos, sobre todos cuando éstos amenazan con volverse doctrinas absolutas que anteponen sus fines al bien común.  Cuando un sistema en nombre del cumplimiento de sus principios justifica o relativiza la pobreza, la desigualdad o la explotación, entonces es el momento de cuestionar sus principios, sus mecanismos y la lógica de sus intereses.
La pobreza puede ser considerara como  la enfermedad más abominable sobre la tierra. Las estadísticas más recientes señalan que “cada hora mueren más de 1200 niños, enfermedades absolutamente curables y falta de atención médica. El hambre es la realidad más lacerante de nuestro planeta, con razón el sociólogo suizo Jean Zeigler empeñado en la lucha contra el hambre y la pobreza consideraba a cada ser humano que muere de hambre, una víctima de homicidio y afirma que quien muere de hambre es asesinado por la sociedad, a quien muere de hambre se le roba lo necesario para vivir, se le priva el derecho más fundamental, el derecho a la vida” (Revista Iglesia sin fronteras No. 330 2.010).

Pero no solo el hambre es expresión evidente de pobreza, son múltiples los rostros humanos que reflejan esta dura realidad: las enfermedades físicas o espirituales, la ignorancia por falta de acceso a la educación, la formación de cinturones de miseria en las grandes ciudades, la imposibilidad de acceder a un empleo digno, la falta de vivienda digna, la discriminación racial, son entre otros     los  rostros reales de la pobreza.
La pobreza y la miseria de un número cada vez más creciente de personas en el planeta y en Colombia, ya no pueden ser consideradas simplemente como un hecho económico. Detrás de estas graves realidades se descubre la violación de unos derechos fundamentales de la persona, y por lo tanto, un conflicto social que debe ser asumido con valentía por parte de los gobernantes y de toda la sociedad colombiana. Los problemas del desempleo y otras dificultades laborales aparecen no sólo como un indicador del desarrollo alcanzado, sino también como una falta de oportunidades para aquellos que tienen derecho a un trabajo conveniente que les permita llevar una vida digna.
En las grandes urbes es cada vez mayor el número de personas que viven en la calle, que requieren especial cuidado, atención y trabajo promocional por parte del Estado y la sociedad, de tal modo que, mientras se les proporciona ayuda en lo necesario para la vida, se les incluya en proyectos de participación y promoción en los que ellos mismos sean sujetos de su reinserción social. La situación precaria y la violencia familiar con frecuencia obligan a muchos niños y niñas a buscar recursos económicos en la calle para su supervivencia personal y familiar, exponiéndose también a graves riesgos morales y humanos. Es deber social del Estado crear una política inclusiva de las personas de la calle. Nunca se aceptará  como solución a esta grave problemática social la violencia  e incluso el asesinato de niños y jóvenes de la calle, como ha sucedido lamentablemente en algunos países de nuestro continente.
El fenómeno de la globalización tal como está configurado actualmente no es capaz de interpretar y reaccionar en función de valores objetivos que se encuentran más allá del mercado y que constituyen lo más importante de la vida humana: la verdad, la justicia, el amor y muy especialmente la dignidad y los derechos de todos. La globalización conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, sigue una dinámica de concentración del poder y de riquezas en manos de unos pocos, no solo de los recursos físicos y monetarios, sino sobre todo de la información y de los recursos humanos, lo que produce la exclusión de todos aquellos no suficientemente capacitados e informados, aumentando las desigualdades humanas. La pobreza es también pobreza de conocimiento y del uso y acceso a nuevas tecnologías. Por eso es necesario que los empresarios asuman su responsabilidad de crear más fuentes de trabajo y de invertir en la superación de esta nueva forma de pobreza.


No se puede negar que el predominio de esta tendencia hace que las pequeñas y medianas empresas que van apareciendo se hacen extremadamente vulnerables frente al dominio arrasador de las grandes empresas.
Es muy importante subrayar en esta reflexión que la pobreza no sólo se refiere a la carencia de medios necesarios para satisfacer necesidades físicas como el hambre, la sed, el vestido, la vivienda, salud física, sino también las necesidades de carácter espiritual como la ignorancia, el aislamiento, la discriminación, la falta de amor, entre otros, a eso se le llama “pobreza espiritual”. Si el ser humano se considera como una unidad indisoluble de cuerpo y espíritu, su plena realización se dará cuando estas realidades se integren en la vida y cada ser humano alcance su plena realización. Al lado de la pobreza material en la que viven muchas personas en el planeta y particularmente en Colombia está una que puede ser peor, la pobreza o miseria del alma o del espíritu.
Las soluciones reales a este grave mal de la sociedad parecen estar todavía muy distantes. Muchos discursos se han pronunciado asegurando que se va a erradicar definitivamente este problema, pero es muy poco lo que se alcanza. Lo peor de todo, parece ser, que nos hemos acostumbrado a vivir de cerca con esta realidad. Es posible que muchos hayamos perdido la sensibilidad frente al sufrimiento humano y que las grandes desigualdades e injusticias formen parte de la normalidad.
El  problema en el mundo no es la producción de bienes, sino un dilema de equilibrio económico y social. El problema real en nuestro mundo es la desigualdad, de esta forma, las respuestas tendrán que enfocarse a una distribución justa de bienes y oportunidades. Hoy por hoy, nuestro planeta dispone de los bienes necesarios para garantizar el bienestar de la población total, pero si la riqueza consiste en la acumulación egoísta de aquellos bienes que en realidad serían para todos, entonces la riqueza se vuelve un problema. Es necesario comenzar a redimensionar nuestro concepto de riqueza y de pobreza. Si definimos riqueza como bienestar, y éste como la posibilidad de vivir y trabajar en dignidad, de satisfacer las necesidades personales y disponer de tiempo y de recursos para tener una vida familiar y social estable, entonces la riqueza sería un fin legítimo, un derecho para todo ser humano.
Concluyendo, se puede afirmar que la pobreza constituye uno de los graves males que afectan a la sociedad actual y que ha estado siempre presente a lo largo de la historia de la humanidad. Son múltiples los planteamientos que se han hecho para encontrar una solución real, pero los avances no son satisfactorios; más aún, los grandes sistemas políticos - económicos han promovido su permanencia y su crecimiento. Este problema de las sociedades humanas se refleja en rostros humanos muy concretos, en personas de carne y hueso que claman angustiosamente una sociedad más justa, más igualitaria  y menos excluyente. ¿Cuándo llegará la solución? Cuando cambie el corazón de los poderosos de éste mundo y cada ser humano sea considerado como una persona digna.